«Su Majestad el Rey de Portugal para el Santísimo Sepulcro de Nuestro Señor» (Registro de las Conductas)
Los príncipes portugueses, como lo demuestran sus numerosos obsequios a los franciscanos de la Custodia, no fueron una excepción a la regla de que cualquier soberano católico tenía una relación especial con la tierra de Cristo. Portugal, cuya historia ha estado íntimamente ligada a Tierra Santa desde la época de las Primeras Cruzadas, ha ofrecido prestigiosos obsequios a los guardianes de los Santos Lugares, que los han atesorado a lo largo de los siglos.
Los dones más impresionantes de Portugal se ofrecieron principalmente entre los siglos XVII y XVIII. Estas obras atestiguan un interés particular por los objetos litúrgicos utilizados en contextos muy específicos, como lujosos paramentos, así como donaciones cuya originalidad atestigua las especificidades artísticas y culturales propias del espíritu del reino.
Entre estos obsequios, dos ejemplares monumentales casi destacan como unicum entre las ofrendas de objetos litúrgicos de los príncipes católicos: una gran jofaina de plata con las armas de Su Majestad el Rey de Portugal, así como dos imponentes candelabros de madera con quince brazos.
¿Qué tienen estos dos objetos en común? Su uso litúrgico muy particular. La jofaina del Príncipe Pedro de Portugal ofrecida en 1675 solo se puede utilizar una vez al año durante la fiesta del Jueves Santo para el lavatorio de los pies. En cuanto a los candelabros, cuya monumentalidad y decoración rococó son particularmente excepcionales, solo se utilizaron durante los últimos tres días de Semana Santa, durante los Oficios de tinieblas, hoy en desuso. En ambos casos, fueron objetos utilizados durante ceremonias litúrgicas extraordinarias de rito latino católico, querido por el Reino de Portugal.
Los paramentos litúrgicos son también algunos de los dones por los que Portugal se ha distinguido especialmente. El deseo de los portugueses de erigirse en patronos de los franciscanos se refleja particularmente a través de tres ejemplos notables.
El primero, que data de principios del siglo XVIII, es un ornamento en terciopelo cincelado carmesí, decorado con palmas y otros motivos vegetales cuya riqueza muestra la prosperidad económica del país donante y su rey, Juan V. Las armas portuguesas son visibles en la parte posterior de la capa y que recuerdan el origen de estas preciosas prendas.
También podemos citar un conjunto completo de ornamentos negros, utilizados para los funerales, cuyo lujo permanece visible sin llegar a alcanzar una exuberancia que no habría sido apropiada en este tipo de ceremonias. Finalmente, el rico paramento blanco ofrecido por Fernando VI de España es también un buen ejemplo de la influencia de la nación portuguesa. De hecho, las armas del país de Lisboa son visibles allí junto con las de España, debido al matrimonio del rey con Bárbara de Portugal.
El esplendor de estos suntuosos objetos a veces los eleva al rango de un verdadero tesoro. Este es el caso, por ejemplo, del evangeliario de plata maciza y terciopelo que D. Duarte Nuno, duque de Braganza, pretendiente al desaparecido trono portugués ofreció a la Custodia en 1934. Esta obra virtuosa, que pone en el centro las armas reales portuguesas en estilo rococó exacerbado y calado, demuestra una vez más el apego de los soberanos portugueses a la liturgia a pesar del paso de los siglos.
Objetos notables de marquetería, un altar portátil y un porta libros de madera, fueron donados por Portugal en el siglo XVIII. Estos dos objetos combinan un lado práctico, porque se utilizan para viajar y permiten celebrar una misa en cualquier lugar, así como un lado estético, que se refleja en el cuidado y la técnica mostrada por estos dos objetos.
El esplendor portugués se encuentra finalmente en las dos mitras episcopales con fondo de tela plateada y bordados ofrecidos por María I de Portugal, conocida como “la Pía”, para las fiestas solemnes de 1792. La riqueza de estos tocados, utilizados sólo para algunas ceremonias solemnes, hacen de ellos obras rarísimas. Sobre su fondo plateado, las piedras preciosas incrustadas en el lienzo dan un efecto de lujo real para los oficios.
Todos estos objetos tienen en común, además de su origen, que casi todos siguen siendo utilizados por los franciscanos de la Custodia. Los frailes son, de hecho, los guardianes de tradiciones centenarias y, por lo tanto, respetan la voluntad de los príncipes portugueses de hacer brillar su propio país a través de las suntuosas ceremonias latinas de Oriente.
(traducido del francés por Eduardo Moreno Calero)