Para amar y proteger: los catálogos de orfebrería del Terra Sancta Museum (TSM)
Entre los anuncios más importantes de este inicio de año se encuentra el del lanzamiento oficial de la producción de un nuevo catálogo de orfebrería. Ahora son tres partes en proceso de redacción para el Museo Terra Sancta, dedicados a las épocas medieval, moderna (siglos XVII y XVIII) y contemporánea (siglos XIX y XX). Pero, ¿para qué se utilizan los catálogos en un museo y cómo se producen? Para entender esto, nos reunimos con Michèle Bimbenet -Privat y Anne Dion, conservadoras de patrimonio y miembros del comité científico del TSM, y Florence Denise, traductora.
Debido a que un museo solo existe y se justifica principalmente a través de sus colecciones, uno de sus principales desafíos es promover las obras que guarda, lo más ampliamente posible. A lo largo de los siglos, se han desarrollado muchos medios para este propósito. El catálogo es uno de ellos, que cobra especial sentido en tiempos de inaccesibilidad del museo, ya sea por limitación geográfica o por problema coyuntural (cómo no pensar en la crisis sanitaria que aún hoy nos preocupa). Los catálogos del TSM no son una excepción a esta lógica. «La función de un catálogo ha evolucionado en diez años», dice Michèle Bimbenet -Privat. «Los primeros objetos que catalogamos fueron para la exposición de Versalles . En ese momento se trataba de mostrar que había una colección, porque nadie la conocía. Ahora, y gracias a las diversas exposiciones que se han realizado desde entonces, creo que con estos catálogos el público sabrá que existe en Jerusalén no sólo una colección sino también un museo».
Así, el catálogo pretende, en cierta medida, ser un escaparate y un elemento de comunicación de la institución que lo elabora. Pero quien dice museo, también y sobre todo, dice conservación de las obras y por lo tanto su protección: «Un catálogo sirve obviamente para dar a conocer una colección pero también, creo, para proteger las obras -dice Anne Dion-, porque publicarlas significa tomar conciencia de su interés e importancia». En este sentido, se puede decir que el catálogo amplía la labor de inventariar las colecciones, que consiste en registrar oficialmente cada obra, ya que también comunica (y a un público mucho más amplio) la existencia de estas obras.
Pero, ¿todas las obras están registradas en un catálogo? Como norma general, sí, además es su primer objetivo ofrecer la visión exhaustiva de una colección. Pero aquí, una colección debe entenderse en sentido restringido: puede ser un conjunto específico resultado de una donación o incluso un conjunto de obras de la misma procedencia y limitado en el tiempo (la escultura de Borgoña de los siglos XV y XVI, por ejemplo). En el caso del Terra Sancta Museum, en cambio, dada la multiplicidad de orígenes y dataciones de las obras, la elección recayó sobre todo en la técnica de producción. El resultado es un conjunto de obras demasiado grande para un único catálogo pero también cualitativamente demasiado heterogéneo. «Nuestros catálogos se permitieron elegir», dice Michèle Bimbenet -Privat. «Cuando indagué en la base de datos y vi que había varios cientos de lámparas de santuario, por ejemplo, inmediatamente decidí centrarme en piezas que cayeran dentro del período cronológico en el que quería trabajar y que tuvieran cierto interés artístico».
Sin embargo, aunque esas obras ofrezcan una opción, el espíritu con el que están pensadas sigue siendo el mismo que el de los catálogos tradicionales, porque siempre se trata de ofrecer un catálogo llamado «razonado», es decir, organizado según una clasificación particular «En el caso específico del catálogo [de la orfebrería moderna] -continúa Michèle Bimbenet -Privat-, pensé que lo más interesante era respetar la diversidad de orígenes geográficos y al mismo tiempo su cronología». Así, la obra se ordenará según un plan de tres niveles. El primero distingue los objetos según procedan de una donación diplomática (grandes cortes o familias de Europa), privada (de peregrinos) u otomana. Estas tres grandes partes se dividen luego en países o grandes regiones de Europa (ya que la división de los países actuales no siempre corresponde con la realidad geopolítica de la época), y finalmente se clasifican cronológicamente.
Pero volvamos al proceso de producción de estos catálogos. Por lo tanto, el punto de partida es inicialmente elegir las obras. ¿Cómo consigue hacer una selección entre varios cientos o miles de piezas? «El criterio de selección es ante todo que la obra sea artísticamente interesante por su modelo, su orfebrería y luego por su procedencia», explica Anne Dion. «Cuando hay un escudo de armas y su historia está bien documentada, eso contribuye a que se conserve una pieza». Esta selección es posible, en primer lugar, gracias al trabajo de muchos voluntarios que se han sucedido a lo largo de los años y que han compilado gradualmente el inventario general del patrimonio de la Custodia (que recordemos, se extiende a Egipto, Chipre y Siria). «Se ha hecho un trabajo sólido aguas arriba -añade Anne Dion-, mediante la realización de inventarios serios y campañas fotográficas que nos permiten ver los criterios de selección e identificar las piezas».
Después de esta primera fase, cada pieza se distribuye entre los especialistas que se encargan de redactar su descripción. Surge entonces una dificultad: la colección tiene múltiples orígenes, y requiere de la participación de una variedad de especialistas que, además, no todos hablan el mismo idioma. Aquí es donde interviene en particular Florence Denise, traductora de textos escritos en italiano y español al francés: «El desafío de traducir [una descripción] es reproducir con la mayor precisión posible la parte técnica de un objeto y transponerla a la cultura de la segunda lengua. En efecto, no siendo cada idioma equivalente, la diferencia no se detiene en una cuestión de vocabulario (ya de por si complejo), sino que afecta incluso a la manera de expresarse, de formular una frase.
«Un ejemplo que me viene -continúa Florence Denise-, se refiere al italiano, que admite oraciones mucho más largas que el francés. Por lo tanto, también hay que hacer una transposición estilística». Y qué decir de las diferencias metodológicas en el estudio de una obra que son propias de la formación de cada autor: «En francés, la descripción de la obra está un poco menos presente que en italiano o español. Es más ‘concreta’ y nos enfocamos más en la historia y la técnica». «La diversidad de especialistas es lo más complicado de gestionar -añade Michèle Bimbenet -Privat-. Fue necesario desarrollar un formulario estándar para que cada descripción se presentara de la misma manera; y aún con eso hay fuertes disparidades».
Sin embargo, ¿quién puede hablar mejor de una obra que un nativo del país de su producción, teniendo acceso a fuentes históricas particulares? La especificidad del Terra Sancta Museum, el nivel de su comité científico, o el carácter internacional de sus equipos, que nace de una necesidad, también resulta ser una ventaja: «Cada especialista, en su país o en su región, logra darnos a conocer mejor las piezas de la Custodia. Eso es lo interesante de constituir un equipo internacional: el hecho de que cada uno de nosotros tenga conocimientos complementarios».
¿Y dónde estamos hoy?
Sí el catálogo de los siglos XIX y XX (confiado a Anne Dion) está en sus inicios, el de la época moderna (dirigido por Michèle Bimbenet -Privat), por su parte, ¡pronto llega a su conclusión! «Ahora estamos en una encrucijada -concluye Michèle Bimbenet -Privat-. El año que viene considero que el catálogo estará terminado. Personalmente estaré trabajando en la revisión de los textos e introducciones y luego habrá que buscar editorial y cotizar». Es una nueva etapa que traerá su parte de nuevos retos, porque entonces será cuestión de cuidar los aspectos materiales del libro: tipo de portada, calidad del papel, maquetación y por supuesto… ¡financiación! La fase editorial es una fase crucial en el sentido de que tiene una enorme influencia en la difusión de la obra, aunque solo fuera por la elección del editor. Esta fase tendrá una carga tanto más importante en cuanto que la Sección Histórica del TSM (que expondrá las piezas de orfebrería) aún no estará abierta. En cualquier caso, no cabe duda de que estas piezas de orfebrería fascinarán a más de uno, incluso a un neófito: «Es un gran desafío que nos lleva de viaje y nos abre nuevos horizontes mostrándonos los objetos de otra manera», testimonia Florence Denise. «Básicamente, no me atrae mucho la orfebrería, pero cuanto más te sumerges en el universo de los objetos, más sensible te vuelves a muchos matices. Entramos en muchos más detalles y los apreciamos mucho más».
¿Todavía necesitamos recordar que en el término “historia del arte» hay «historia»? A través del estudio de una colección, un catálogo transmite mucho más que objetos y nos invita a sumergirnos en una época, sus vicisitudes, sus gustos, su saber hacer… Pero hasta entonces, un poco más de paciencia: ¡los dos próximos libros que se publicarán están programados para finales de 2024!