El proyecto de catalogación de las colecciones del Studium Biblicum Franciscanum
Desde principios del siglo XX, los arqueólogos del Studium Biblicum Franciscanum se han dedicado a redescubrir los lugares sagrados del Nuevo Testamento y de la Iglesia primitiva de Tierra Santa a través de excavaciones arqueológicas realizadas en los territorios de Israel, Palestina y Jordania. Con la llegada de la tecnología digital se hizo necesario recoger el inmenso patrimonio encontrado durante varios años de campañas de excavación en una base de datos en línea que fuese accesible a los investigadores.
Un primer paso hacia la catalogación digital se dio en 2009, cuando la profesora Fulvia Ciliberto, actualmente profesora de Arqueología griega y romana en la Universidad de Molise, y la Dra. Daniela Massara, arqueóloga y doctora en Investigación de la Universidad Estatal de Milán, llegaron a Jerusalén.
Vinieron a Tierra Santa para asesorar al padre Eugenio Alliata, arqueólogo y por entonces recién elegido director del museo privado del Studium, en la creación de la estructura y en la identificación de las características de una base de datos que pudiese contener las fichas descriptivas de los hallazgos.
Desde ese momento hasta el 2012, el proyecto científico de catalogación, conocido como «Tutela, estudio y puesta en valor de un patrimonio museístico», se llevó a cabo por la Dra. Massara como primera catalogadora y con el apoyo económico de ATS, Associazione Pro Terra Santa. En 2013, gracias al compromiso de la profesora Ciliberto, el proyecto fue cofinanciado por el Departamento de Humanidades, Ciencias Sociales y Educación (SUSeF) de la Universidad de Molise y por el Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación Internacional de Italia (MAECI, Dirección General de Promoción del Sistema Nacional, Oficina VI – Misiones arqueológicas, antropológicas y etnológicas).
A lo largo de los años, el Convento de la Flagelación, sede del Studium Biblicum situado en la Vía Dolorosa de la Ciudad Vieja de Jerusalén, ha sido testigo de la sucesión de muchos estudiantes y profesionales que han venido a la ciudad para participar y contribuir. Entre ellos, estudiantes de la Universidad Aldo Moro de Bari, que participaron como catalogadores gracias al programa del Servicio Civil Nacional Italiano y al compromiso del profesor Paolo Ponzio, profesor de Historia de la Filosofía de la Universidad de Bari.
El proceso de catalogación, todavía hoy en curso, es meticuloso: en primer lugar, se comprueba el número de inventario de cada pieza y, en caso de que falte, se le atribuye; a continuación, se realiza una documentación fotográfica completa, se recuperan los datos de archivo disponibles, se recoge la información útil y se incluye todo en la base de datos de la Custodia.
La actividad del archivo informatizado, aparentemente de poco interés, es la base esencial, sobre la que no sólo se construye un verdadero proyecto de salvaguarda del patrimonio, sino que también da inicio al estudio científico de los bienes conservados, que permite una puesta en valor adecuada, para poder satisfacer todas las expectativas de un público muy diverso, como el que viene a visitar el Terra Sancta Museum, desde el simple curioso que lo visita por casualidad, al investigador especializado o los grupos de peregrinos. Hasta la fecha, el proyecto ha permitido la catalogación de unos 13.000 hallazgos arqueológicos.
Los resultados de este trabajo no han tardado en llegar y han permitido poner en marcha una serie de actividades de restauración, actualización científica y estudio, cuyos resultados se incorporaron a las actas de una jornada de estudio celebrada en 2011 en Isernia (Italia), dónde tuvo lugar la primera presentación pública del proyecto. Muy pocas veces la participación de estudiantes y jóvenes investigadores se ha detenido en el trabajo de catalogación; de hecho, es precisamente esto lo que ha servido de trampolín para la investigación que ha dado lugar a trabajos de tesis o publicaciones.
«Este proyecto es una oportunidad para los jóvenes arqueólogos» – nos cuenta Fulvia Ciliberto – «Por un lado nos formamos profesionalmente con un método, el de la catalogación nacional italiana, que es válido incluso después de regresar a Italia. Por otro lado, se tiene la oportunidad de profundizar en un tema como la arqueología del Mediterráneo oriental que en Italia no se aborda con frecuencia. Es también una experiencia única para el crecimiento humano y personal de cada uno: se entra en contacto con una compleja realidad geopolítica que en Italia sólo se filtra a través de los medios de comunicación, se conoce gente de todo el mundo, se amplían los horizontes. Por último, pero no por ello menos importante, ¡sé que en el pasado también sirvió para encontrar interesantes puestos de trabajo!».
La fuerza del proyecto reside en el diálogo continuo entre las instituciones, los profesores y los estudiantes, siendo estos últimos la verdadera fuerza motriz para la catalogación del patrimonio. Daniela Ferrini, que acaba de graduarse en la Universidad de Molise y recién llegada a Tierra Santa, nos confiesa las aspiraciones y los deseos de una neoarqueóloga: «He venido hasta aquí para conocer una realidad muy diferente a la mía y entrar en contacto con una forma de trabajo más compleja. ¡De Campobasso a Jerusalén es un gran salto! Espero obtener una formación que me permita especializarme y tener un trabajo relacionado con lo que he estudiado».
El camino hacia el final del proyecto es tortuoso, considerando las dificultades logísticas y burocráticas que hay que afrontar, pero continúan renovándose cada cuatro años los convenios y publicaciones para dar a conocer los resultados y el progreso del trabajo. «Un largo camino, de al menos otros cinco años» -nos cuenta la profesora Ciliberto-, «pero muy válido. Resumiendo, diría que el balance del proyecto es ciertamente positivo».