El capitel georgiano de San Salvador: un nuevo testimonio de la historia de la sede de la Custodia de Tierra Santa
El mes de julio de 2021 marcará, sin duda, la historia de la construcción del Terra Sancta Museum durante mucho tiempo. A medida que continúan los trabajos estructurales en lo que pronto albergará la futura sección histórica del museo, se desentierran restos medievales dentro de las murallas. Dos de ellos, un capitel y una columna, nos transportan más de medio milenio, a la época de la presencia georgiana en estos lugares.
Si el pasado georgiano del Convento de San Salvador en Jerusalén está bien documentado hoy, los restos materiales reales de este periodo siguen siendo pocos. Totalmente incluidos en la mampostería de un muro, invisibles durante décadas, es por tanto fortuito que estos restos arquitectónicos aparecieran mientras los arquitectos preparaban la demolición de dicho muro.
La reutilización de este material en una construcción más reciente podría haber atestiguado una preocupación por la economía y el “reciclaje” en las diferentes fases de la construcción del convento, pero en la actualidad este descubrimiento sigue siendo solo el segundo caso conocido de reutilización. Ya sea porque los otros restos se consideraron demasiado dañados o simplemente porque se prefirió construir algo completamente nuevo, este descubrimiento resulta ser tanto más valioso cuanto que parece ser único (¿se podría decir un accidente?) en la historia del edificio.
¿Cómo se identificaron estos restos?
La investigación llevada a cabo por el hermano Eugenio Alliata, director de la sección arqueológica del Museo Terra Sancta, atribuye a este capitel y a esta columna un origen arquitectónico georgiano y más particularmente eclesial.
El primer indicio, el más llamativo, sigue siendo la cruz tallada en caras opuestas del capitel. Típicamente georgiana, se encuentra en la bandera nacional georgiana desde 2004 y tendría su origen en la Bolnisi Sioni, iglesia georgiana del siglo V. Esta misma cruz es visible en un segundo lugar de San Salvador: el patio de Santa Elena, en el que podemos observar otro ejemplo de reutilización de piedra tallada, adornando las partes superiores de las ventanas.
En este punto, para tener una idea del edificio preciso al que pertenecían estos restos, es necesario recordar la presencia anterior de la iglesia georgiana de San Juan Evangelista en aproximadamente el mismo lugar que el muro derribado. Sin embargo, hay que tener cuidado, porque si la hipótesis de esta iglesia como el lugar de origen de estos restos es la más probable, no debe olvidarse que en aquella época muchas otras iglesias georgianas poblaban el distrito.
Sin embargo, si no se puede determinar el lugar exacto, un elemento confirma la hipótesis del origen eclesial. De hecho, en cada cara lateral del capitel y en la base de la columna es visible una muesca en la que podría empotrarse otro elemento. Tras la comparación con otros edificios ortodoxos, encontramos el mismo tipo de muesca en las columnas que componen el templón y el iconostasio, estructuras arquitectónicas que separan la bema (el área que alberga el altar) del resto de la iglesia.
Los elementos que vienen a empotrarse son, por tanto, placas, de piedra o mármol, formando una balaustrada en la base y un entablamento en la parte superior.
¿Qué se puede decir sobre la edad de estos restos?
La datación de estas piezas arqueológicas, por otro lado, sigue siendo menos precisa. Siguiendo la evolución conocida de estas estructuras que separan la bema (que recuerda a las cercas del coro occidental), se puede hacer una estimación. Se sabe que las primeras balaustradas o columnas están atestiguadas ya en el siglo IV, pero estas solo operaban la separación a media altura. No fue hasta los siglos VI y VII que comenzaron las primeras monumentalizaciones de estas estructuras, a la altura de la puerta de entrada a la bema.
La monumentalización total de la estructura y la aparición de entablamentos se desarrollan entre los siglos X y XII (hablamos entonces de templón), y el último paso se da en el siglo XVII con la instalación de iconos entre las placas de la base y el entablamento, ocultando por completo la visión del altar (el iconostasio).
©Michele Piccirillo
Por lo tanto, lo más probable es que a partir de esta tercera fase, la del desarrollo del templón, estos vestigios nos lleguen. La Iglesia de San Juan Evangelista fue uno de los edificios georgianos más antiguos de Jerusalén, atestiguado desde principios del siglo VIII por el peregrino armenio Anastasio. Sin embargo, la presencia de las muescas en el capitel atestigua la presencia de un entablamento, inscribiendo estas piezas a principios del siglo X. En cuanto a su datación posterior, cabe recordar que el antiguo convento georgiano fue adquirido por los Frailes Menores a mediados del siglo XVI (1559 exactamente).
El período elegido más precisamente por el hermano Alliata es el de los inicios del templón, del siglo X al XIX.
“La gestación de este museo fue una oportunidad para que la Custodia se reafirmase en su patrimonio”, señaló fray Stéphane Milovitch, director del Patrimonio Cultural de la Custodia de Tierra Santa [1]. Si esta declaración se refería a las campañas de inventario realizadas en los santuarios franciscanos, con motivo de la creación de la colección de la sección histórica del Museo Terra Sancta, no tiene menos sentido en el contexto de la construcción de sus instalaciones. El descubrimiento de estos vestigios medievales (¡que serán exhibidos!) ofrece, de hecho, una nueva oportunidad para reapropiarse de su patrimonio (esta vez, el de su lugar de residencia) y especialmente de su pasado. Y la continuación de las obras estructurales bajo la iglesia San Salvador da esperanza de que la historia aún no esté terminada…
(traducido del francés por Jorge Trejo Olivares)
[1] Vea nuestro artículo: Museos franciscanos en Jerusalén, 120 años al servicio de la historia cristiana en Tierra Santa