Terra Sancta Museum: la vitrina de los papas en Tierra Santa
Cuando el papado despierta curiosidad
Este vínculo se formalizó en 1342 con la bula «Gratias Agimus» del papa Clemente VI, donde confiaba a los franciscanos la custodia de los Santos Lugares, encargándoles su cuidado espiritual y material. Esta decisión establece un vínculo indisoluble entre el papado y la Orden, ya que los franciscanos se convierten en los representantes directos del papado en Tierra Santa. Esta bula estará expuesta al inicio de la visita del museo, en la sala dedicada a la «Fundación de la Custodia de Tierra Santa».
El Terra Sancta Museum Art & History ofrece una inmersión en la historia cristiana, una historia que va más allá de los límites del cristianismo, ya que el museo pretende ser accesible a todos, incluidos los creyentes de otras religiones, gracias a los esfuerzos enmediación. En enero, por ejemplo, el museo acogió el seminario del grupo de Yisca Harani, una profesora, investigadora y guía israelí especializada en historia cristiana y peregrinación. En el marco de este seminario «Hasta que aparezca la fumata blanca», los participantes pudieron descubrir lugares emblemáticos de la Ciudad Santa, como la Vía Dolorosa, el Santo Sepulcro y el Monte Sión. El Terra Sancta Museum les ofreció una visión privilegiada de la rica historia de los dones papales a Tierra Santa, presentando algunos de estos preciosos regalos, testigos vivos de una fe milenaria que todavía se utilizan durante las celebraciones litúrgicas.
Marie Vergnes, investigadora francesa y doctora en historia del arte, dedicó su tesis al Santo Sepulcro, al que describe como «el eje y corazón de los mundos»: en él analiza los usos, la exposición y la conservación de los objetos católicos en la basílica desde 1847. Nuestrainvestigadora señala que: «La tradición de las donaciones papales a Tierra Santa, arraigada en una piedad secular, refleja tanto el compromiso espiritual como diplomático del papado».
Un patrimonio precioso en el Museo Terra Sancta
Estas ofrendas, antaño simples expresiones de fe, se han convertido en recuerdos tangibles de las visitas papales. Un punto de inflexión lo marcó la visita del papa Pablo VI (1963-1978), el primer pontífice desde Pedro en visitar la Tierra Santa. El 4 de enero de 1964, llegó a Jerusalén, entrando por la Puerta de Damasco y celebrando una misa en el Santo Sepulcro con ornamentos confeccionados especialmente para la ocasión y un cáliz de oro y marfil adornado con lapislázuli, que donó a la Basílica. Entre los regalos que se conservan en el convento de San Salvador se encuentra también una rama de olivo, donada por enfermos de Roma.
En el año 2000, durante el Jubileo, Juan Pablo II continuó esta tradición ofreciendo un cáliz y una patena. Durante su peregrinación de 2009, Benedicto XVI también ofreció un cáliz y una patena de plata y oro para la Ciudad Santa. Por último, el papa Francisco continuó esta práctica durante su viaje a Tierra Santa en 2014.
Estos objetos se expondrán próximamente en una vitrina de 5 x 3 metros situada en la sala «Regalos de la península Itálica» un espacio de 182 metros cuadrados que constituye un auténtico punto culminante del recorrido por el museo.
Desde el Concilio Vaticano II, las relaciones entre el papado y la Tierra Santa han evolucionado hacia un mayor diálogo y encuentro con otras comunidades cristianas, especialmente ortodoxas, musulmanas y judías. Como decía el papa Benedicto XVI: «La cultura es el camino real para establecer una relación de entendimiento mutuo y de fraternidad». Esta reflexión revela la importancia de la cultura como puente entre los pueblos. Nos permite superar las diferencias y fomentar el encuentro basado en la singularidad de los demás.