21 Diciembre 2021

La historia de la parroquia católica de Belén en el corazón del Terra Sancta Museum

de ÉMILIE REY, OLIVIER RENARD

Todos conocéis Belén, la Natividad, su cueva y su estrella donde quizás habéis podido rezar durante una peregrinación a Tierra Santa. Pero ¿sabías que a la sombra de este santuario florece una de las parroquias más vibrantes de Tierra Santa, con varios miles de fieles, de la que los franciscanos han estado a cargo desde el siglo XIV? El Terra Sancta Museum recordará esta historia común y el impulso pastoral de los frailes en una sala dedicada a la Iglesia local.


Con varios miles de feligreses, Belén es ahora una de las mayores parroquias de Tierra Santa. Esto no es de extrañar para la ciudad que es el lugar de nacimiento de Cristo. Sin embargo, durante mucho tiempo siguió siendo un pueblo relativamente discreto, a la sombra de Jerusalén «la Santa», hasta su desarrollo gradual e incesante por la llegada de los frailes franciscanos en el siglo XIV.

Betlemme all’inizio del XIX secolo

En efecto, los misioneros franciscanos se instalaron definitivamente en Belén en 1347, año en el que las autoridades mamelucas concedieron a los franciscanos la custodia oficial de la gruta de la Natividad, junto con los ortodoxos griegos, y el derecho a disfrutar de la basílica y de proveer su mantenimiento. Sin embargo, en aquella época ya existían varias parroquias cristianas.

Sin embargo, no fue hasta los siglos XVI y XVII cuando la parroquia experimentó su mayor crecimiento. Precursores de las iniciativas educativas y profesionales en Tierra Santa, los frailes transmitieron y enseñaron el arte del nácar y la marquetería y abrieron la primera escuela católica para niños en Tierra Santa (en 1598), una escuela que sigue activa hoy en día y, sin duda, una de las más antiguas del mundo.

Si, al mismo tiempo, esta formación respondía a una necesidad de los frailes en relación con su misión de acogida de peregrinos (mediante el desarrollo de la artesanía local y la enseñanza de lenguas extranjeras), contribuían sobre todo a desarrollar un tejido económico de artesanos, comerciantes y tenderos en beneficio de muchas familias palestinas. Desde entonces, el arte del nácar ha sido elevado al rango de patrimonio cultural palestino; por ello se le dedicará una sala del museo, que rendirá homenaje al ingenio y al saber hacer palestinos y presentará el trabajo de diferentes familias y talleres betlemitas, como los Mickel, Sabat, Zoughbi, Al Ama, Abu Fheleh, Dabdoub y Rock. Esta tradición aún continúa en Belén, gracias al Centro Michele Piccirillo, que lleva el nombre del gran arqueólogo franciscano (1944-2008) y autor del libro «La nuova Gerusalemme. Artigianato palestinese al servizio dei Luoghi Santi».

                        

Maqueta de la Basílica de la Natividad y Marco de nácar (siglo XVII)

 


El reconocimiento oficial de la parroquia de Belén se remonta a 1628. En ese momento, la Congregación para la Propagación de la Fe reconoció a la Custodia de Tierra Santa el cuidado pastoral de los pueblos de Belén junto con los pueblos vecinos de Beit Sahour y Beit Jala. El registro sacramental, en el que se inscriben los bautismos de la parroquia católica de Belén entre los siglos XVI y XVII, es en este sentido un precioso documento de archivo. También se expondrá en el centro de la sala dedicada a la iglesia local. No sólo atestigua la actividad pastoral de los frailes mucho antes de que la parroquia fuera reconocida oficialmente por Roma, sino que, sobre todo, tiene una función jurídica. De hecho, estos registros tienen el valor de un certificado de nacimiento para los cristianos de Tierra Santa, lo que les permite atestiguar, incluso hoy, su pertenencia a esta tierra desde hace siglos.

                 

           

Nos cuentan con precisión el dinamismo de esta comunidad católica latina y nos permiten, por ejemplo, saber que en 1664 la parroquia contaba con 128 fieles ¡y 250 más solo 30 años después! En el siglo XVII, los católicos se convirtieron en mayoría en Belén hasta principios del siglo XX.

La presencia constante de los franciscanos en Tierra Santa y sus esfuerzos por evangelizarla y promover los valores cristianos fueron decisivos para el desarrollo de la Iglesia árabe local: la parroquia de Belén es un ejemplo. Numerosas fotografías del siglo XIX mostrarán esta vida compartida a diario entre los frailes y las comunidades locales, tanto en los santuarios como en los «talleres de formación» de la época dedicados a diversos oficios: forja, encuadernación, imprenta o construcción de órganos.

 

(traducido del francés por Eduardo Moreno Calero)

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